Pongamos el ejemplo reciente de varios periódicos de tirada nacional que colocaban en su web y en el mismo plano la espeluznante historia de un hombre que apuñala a su mujer en el coche y aparca en la puerta de la comisaría para entregarse, y la extravagancia de una mujer que agredió a su marido (uno de cada 1.000 casos de violencia de género), o la inusual denuncia falsa de una mujer por violación.
Escuchamos el discurso de personas que ante la violencia machista responden con un: “Algo habrá hecho ella”. La responsabilidad de los violentos quedaría repartida en un confortable pero injusto 50% que nos inhibe de tomar partido por las víctimas, las mujeres. Se pretende con ello diluir las responsabilidades de los violentos, negando lo ocurrido, dividiendo salomónicamente las culpas con la víctima y minimizando las consecuencias de las agresiones. De paso se alimenta el arquetipo de mujer malvada, perversa y mentirosa. Hay quienes intentan hacernos creer que las mujeres se merecen todo lo que les suceda y son tan culpables como los hombres.
Se trata de la misma estrategia abusiva y autoexculpatoria del conductor chulesco que recientemente, demandaba por daños en su vehículo a los padres del adolescente a quien atropelló conduciendo a 173 km/h. O la pelea de algunos partidos políticos contra la ley de paridad recientemente aprobada. O también, el obispo de Tenerife, que acusa a los jóvenes seminaristas abusados sexualmente de provocadores del pecado. O las voces de alarma frente a las supuestas denuncias falsas que podrían derivarse de la aprobación de la ley contra la violencia machista (menos de un 5%, en comparación con el 10-15% de otros de delitos). O si recuerdan, aquel famoso caso de la minifalda donde de nuevo la mujer era culpabilizada por provocar a su violador. O más sutil, la criminalización de las mujeres que abortan olvidando al varón que participó en el embarazo no deseado o no planificado. Afortunadamente, parte de la ciudadanía ya no cae en esas zafias trampas de quienes se aprovechaban de la falta de criterio cívico; pero, sin embargo, hay otras demonizaciones de las víctimas para las cuales es preciso hilar más fino.
El último avance neomachista es el aprovechamiento jurídico del SAP (Síndrome de Alienación Parental), invención de Richard Gardner (1992), nunca reconocida científicamente, que consiste en “la eventual manipulación de niños menores por progenitores custodios para enfrentarlos y ponerlos en contra de los progenitores no-custodios en procesos de separación o divorcio”. Se la identifica como una forma de maltrato a los menores, cuando el auténtico delito se comete al negarles la capacidad para elegir libremente con quién desean vivir, cotidianamente la madre, que es con la que han compartido una mayor proximidad. Casualmente es más utilizado por los hombres que denuncian y denostan a sus “satánicas” ex mujeres, que en muchos casos habían antepuesto denuncia por agresiones, incumplimiento del pago de la pensión y de las visitas acordadas, etc.
El SAP está dando cobertura seudocientífica a las demandas de muchos padres separados y cabreados y a algunos jueces peleados con la igualdad para que un tribunal dirima sobre la custodia de los menores a favor de los padres. Actualmente se revela como necesario hacer un análisis profundo y particularizado de cada litigio de custodia compartida para preservar los derechos de madres y padres y de hijas e hijos. Así evitaríamos la discriminación sexista al otorgar la custodia.
Las víctimas del Síndrome de Alienación Parental son en realidad las mujeres, los menores a quienes les secuestran el derecho a elegir, el propio proceso de igualdad entre mujeres y hombres. Resulta significativo que en distintos periódicos aparezcan como una guerra entre iguales los argumentos de defensores y detractores del SAP (p. ej. Programados para odiar a papá, 29 de noviembre de 2007, El País).
¿A qué intereses responde culpabilizar de nuevo a la mujer? Sin duda, cambiar todo para que nada cambie. Parafraseando a Antonio Machado: “La mejor forma de que no cambie algo por dentro es cambiarlo por fuera constantemente”. Y esto es lo que pasa hoy con el proceso de igualdad. ¿Será un reajuste del patriarcado para permanecer, como sucede con el capitalismo al disfrazarlo de sociedad de bienestar?
A los varones nos queda un largo camino para convertirnos en padres responsables, presentes y protectores. Todo mi apoyo a los padres que se atreven a pedir la custodia total de su progenie, teniendo en cuenta que pocos o ninguno lo hacen así en un proceso judicial. Acabemos primero con el apoyo social al modelo de padre tradicional, habitualmente ausente, otras veces agresor e incluso en muchas ocasiones presente físicamente pero sin implicación emocional en la educación, la crianza y el cuidado.
La educación en igualdad es la única vía ética para evitar este tipo de abusos. En las escuelas ya hemos comenzado con este proceso de generar alternativas de paz en la paternidad y la maternidad. Se trata de construir nuevas formas de familia y pareja en las que quepa otro tipo de hombre más presente en la crianza de sus hijas e hijos.
Erick Pescador Albiach es sociólogo y sexólogo. Especialista en género, masculinidades y prevención de violencia