Masculinidades Erick Pescador Albiach
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November 25th, 2012

11/25/2012

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A punto de llorar por la igualdad
Ya es día 25 de nov otra vez. La diferencia es que este año y por el momento las ayudas a las mujeres que sufren violencia machista y las que proporciona sustento a los programas de prevención educativa se han reducido o han desaparecido.
Es indignante que esto suceda en un momento de máxima tensión social y repunte de esta violencia, pero más lo es que en pleno siglo XXI crezca la ideología patriarcal y la explotación capitalista que la sustenta.
Hace falta ya un cambio de pensamiento y de forma de vivir, a qué disfrutemos de otras maneras de relacionarnos, desde la unión y el cuidado.
Besos y revolución.

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November 19th, 2012

11/19/2012

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Hemos descubierto este uso de Flickr que hacen los compis de www.masculinities.org y que nos parece muy interesante. (Best wishes and thanks for the comment! We keep in contact!!). El invento muestra las imágenes que los usuarios de Flickr (red social basada en compartir fotos) comparten con la etiqueta “masculinities” (en castellano no hay apenas fotos).
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La responsabilidad de los medios

11/19/2012

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¿Cuál es el límite? Ha tenido que morir una mujer para que nos demos cuenta de que la televisión trata con frialdad, irresponsabilidad y morbo la violencia machista. Hace demasiados años que sufrimos programas como el ahora denostado El Diario de Patricia. Programas que sacan a la luz pública miedos, miserias y desamores de cualquiera capaz de desnudar su íntimo privado sobre lo público televisivo, o que lo engañan para que lo haga.

El diario de Patricia sólo es la punta del iceberg de los programas que promocionan y refuerzan las violencias contra la mujer y lo femenino. Así ocurre, por ejemplo, enGran Hermano, en Escenas de Matrimonio, que normaliza la lucha de género, en los programas de corazón que trivializan la violencia o en los telediarios que se regodean en presentar el caso de agresión y se olvidan de colocar en el lugar del culpable a los agresores. No hay que olvidar que la mayor parte de ellos se emiten en horario infantil.

Este caso de tanto impacto mediático (quizá por la coincidencia con la semana del 25 de noviembre, día internacional contra la violencia machista) no es por desgracia nuevo ni anecdótico. Hace unos meses una mujer sufrió agresiones graves causadas por su ex pareja a la salida del mismo programa.

Este tipo de delitos ligados al género no se juzgan con el mismo rasero. ¿Dónde se ha visto que un delincuente pida perdón a su víctima en público? ¿Pueden imaginar por un momento a un violador o atracador pidiendo perdón a su víctima e intentando alcanzar la reconciliación con la connivencia y el engaño de la presentadora? Pero mejor no demos ideas.
Lo único que podríamos salvar de esta muestra de terrorismo televisivo es que la gente ya sabe que la violencia machista puede tener cualquier cara, incluso una amable y romántica.

El objetivo de estos reality shows es claro: inventar protagonistas anónimos, arrancar del sofá a quien sólo observaba y colocarlo dentro de la televisión. A cambio se le ofrece un bocadillo y los gastos de viaje.

Al amparo de esos programas, a mediados de los años 90 surgieron empresas subcontratadas por las productoras que se dedicaban en exclusiva a buscar y entrenar a personas que hoy clasificaríamos como aprendices de friki. En aquellos primeros tiempos de la telerrealidad, una asociación que investigaba sobre sexualidades en la facultad de sociología recibía a diario llamadas en busca de cualquier persona gay, lesbiana, transexual o bisexual que quisiera contar su historia frente a las cámaras. La captación la llevaba a cabo gente joven de la facultad que, acostumbrada a reclutar voluntarios para grupos de discusión y grupos focales de opinión para estudios de mercado, montó una empresa que surtía a estos programas telebasura de la carnaza necesaria para alimentarlos. En cada convocatoria se realizan perfiles psicosociales completos a través de una entrevista por teléfono y otra personal en el estudio, antes del programa. En ocasiones se les pide que generen conflicto y que sean agresivos a la hora de participar.

Esta práctica continúa siendo habitual. Hace apenas tres semanas recibía la invitación de un canal para participar en un documental de interés social, no como experto en prevención de violencia, sino solicitando que llevara a una de mis alumnas de 15 años para que hablara de su historia de maltrato. También buscaban algún chico de esa edad que manifestara trazas de hombre agresor y que quisiera dar testimonio, en esta ocasión con la cara oculta y la voz distorsionada. De esta forma sólo se normaliza la violencia. Los testimonios personales no informan, sino que deforman y parcializan la realidad.
Seamos conscientes por un momento de cómo la televisión trata el tema de la violencia de género sobre las mujeres y lo femenino. A las víctimas se las expone, se dan sus datos, se habla sin pudor de sus costumbres, y si eran divorciadas, separadas o promiscuas. De los agresores sólo sabemos sus iniciales y que han cometido una agresión que algunos vecinos no entienden: “Sí, discutían mucho, pero él parecía muy buena persona y amable, era muy educado”. Pocas veces se dice algo sobre el castigo que debe recibir o sobre sus antecedentes violentos.

Pero, ¿por qué se mantienen en pantalla programas de tan bajo calado ético? La respuesta es clara. Son programas baratos de máxima audiencia, el paradigma del capitalismo. Más por menos y a costa de lo que sea. Un programa de estas características apenas tiene un coste de producción de entre 20.000 y 30.000 euros, y audiencias que superan los tres millones. ¿Qué audiencia y qué costes tendrían programas de verdadero debate social como aquéllos de La Clave de José Luis Balbín?

Las consecuencias de años sin reflexión nos llevan al punto en que nos encontramos. Las violencias están normalizadas. Convertimos lo anecdótico en normal, y lo habitual en ajeno y poco importante. Quienes dirigen las televisiones públicas y privadas tienen al menos tanta responsabilidad como quienes enseñamos desde las aulas.

Basta ya de hipocresía. No tenemos la televisión que merecemos sino la que nos ofrecen. Es más difícil y caro hacer programas con sensibilidad social, implicados con los cambios, con la igualdad, con el sostenimiento del planeta, con el poder solidario universalizado y con las personas, en lugar de con los impúdicos intereses económicos.

Vivimos en un entorno de creciente crispación, si bien con muchos más medios y mayor capacidad de elección que el que heredamos. Pero esta libertad sólo existe si se ejerce.

Erick Pescador Albiach es sociólogo y sexólogo. Especialista en género, masculinidades y prevención de violencia 

Ilustración de Miguel Gallardo 


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El Machismo contraataca

11/19/2012

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Las mujeres también son malas”, éste es el nuevo mensaje. Cuando por fin la sociedad tiene mayor sensibilidad frente a la discriminación que sufren las mujeres, surgen mensajes ambiguos: “Los hombres lo han hecho mal durante años, pero, ¿y las mujeres?”, “las mujeres violentan pero psicológicamente”, “también hay mujeres que maltratan”. Asistimos, muchas veces impasibles, a un neomachismo que pretende ocultarse en mensajes populistas que ponen al mismo nivel las tropelías machistas y las supuestas acciones de las mujeres.

Pongamos el ejemplo reciente de varios periódicos de tirada nacional que colocaban en su web y en el mismo plano la espeluznante historia de un hombre que apuñala a su mujer en el coche y aparca en la puerta de la comisaría para entregarse, y la extravagancia de una mujer que agredió a su marido (uno de cada 1.000 casos de violencia de género), o la inusual denuncia falsa de una mujer por violación.

Escuchamos el discurso de personas que ante la violencia machista responden con un: “Algo habrá hecho ella”. La responsabilidad de los violentos quedaría repartida en un confortable pero injusto 50% que nos inhibe de tomar partido por las víctimas, las mujeres. Se pretende con ello diluir las responsabilidades de los violentos, negando lo ocurrido, dividiendo salomónicamente las culpas con la víctima y minimizando las consecuencias de las agresiones. De paso se alimenta el arquetipo de mujer malvada, perversa y mentirosa. Hay quienes intentan hacernos creer que las mujeres se merecen todo lo que les suceda y son tan culpables como los hombres.

Se trata de la misma estrategia abusiva y autoexculpatoria del conductor chulesco que recientemente, demandaba por daños en su vehículo a los padres del adolescente a quien atropelló conduciendo a 173 km/h. O la pelea de algunos partidos políticos contra la ley de paridad recientemente aprobada. O también, el obispo de Tenerife, que acusa a los jóvenes seminaristas abusados sexualmente de provocadores del pecado. O las voces de alarma frente a las supuestas denuncias falsas que podrían derivarse de la aprobación de la ley contra la violencia machista (menos de un 5%, en comparación con el 10-15% de otros de delitos). O si recuerdan, aquel famoso caso de la minifalda donde de nuevo la mujer era culpabilizada por provocar a su violador. O más sutil, la criminalización de las mujeres que abortan olvidando al varón que participó en el embarazo no deseado o no planificado. Afortunadamente, parte de la ciudadanía ya no cae en esas zafias trampas de quienes se aprovechaban de la falta de criterio cívico; pero, sin embargo, hay otras demonizaciones de las víctimas para las cuales es preciso hilar más fino.

El último avance neomachista es el aprovechamiento jurídico del SAP (Síndrome de Alienación Parental), invención de Richard Gardner (1992), nunca reconocida científicamente, que consiste en “la eventual manipulación de niños menores por progenitores custodios para enfrentarlos y ponerlos en contra de los progenitores no-custodios en procesos de separación o divorcio”. Se la identifica como una forma de maltrato a los menores, cuando el auténtico delito se comete al negarles la capacidad para elegir libremente con quién desean vivir, cotidianamente la madre, que es con la que han compartido una mayor proximidad. Casualmente es más utilizado por los hombres que denuncian y denostan a sus “satánicas” ex mujeres, que en muchos casos habían antepuesto denuncia por agresiones, incumplimiento del pago de la pensión y de las visitas acordadas, etc.

El SAP está dando cobertura seudocientífica a las demandas de muchos padres separados y cabreados y a algunos jueces peleados con la igualdad para que un tribunal dirima sobre la custodia de los menores a favor de los padres. Actualmente se revela como necesario hacer un análisis profundo y particularizado de cada litigio de custodia compartida para preservar los derechos de madres y padres y de hijas e hijos. Así evitaríamos la discriminación sexista al otorgar la custodia.

Las víctimas del Síndrome de Alienación Parental son en realidad las mujeres, los menores a quienes les secuestran el derecho a elegir, el propio proceso de igualdad entre mujeres y hombres. Resulta significativo que en distintos periódicos aparezcan como una guerra entre iguales los argumentos de defensores y detractores del SAP (p. ej. Programados para odiar a papá, 29 de noviembre de 2007, El País).

¿A qué intereses responde culpabilizar de nuevo a la mujer? Sin duda, cambiar todo para que nada cambie. Parafraseando a Antonio Machado: “La mejor forma de que no cambie algo por dentro es cambiarlo por fuera constantemente”. Y esto es lo que pasa hoy con el proceso de igualdad. ¿Será un reajuste del patriarcado para permanecer, como sucede con el capitalismo al disfrazarlo de sociedad de bienestar?

A los varones nos queda un largo camino para convertirnos en padres responsables, presentes y protectores. Todo mi apoyo a los padres que se atreven a pedir la custodia total de su progenie, teniendo en cuenta que pocos o ninguno lo hacen así en un proceso judicial. Acabemos primero con el apoyo social al modelo de padre tradicional, habitualmente ausente, otras veces agresor e incluso en muchas ocasiones presente físicamente pero sin implicación emocional en la educación, la crianza y el cuidado.

La educación en igualdad es la única vía ética para evitar este tipo de abusos. En las escuelas ya hemos comenzado con este proceso de generar alternativas de paz en la paternidad y la maternidad. Se trata de construir nuevas formas de familia y pareja en las que quepa otro tipo de hombre más presente en la crianza de sus hijas e hijos.

Erick Pescador Albiach es sociólogo y sexólogo. Especialista en género, masculinidades y prevención de violencia




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November 19th, 2012

11/19/2012

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La vida es como un captus, en plena época de cambios y supervivencia. 
O no.
Quizá un permanente devenir de algún plan más alto, en otra dimensión, ya creado y que sólo depende de si mismo.
O no.
Pero seguramente será una aventura que nos hacen ver como real desde el matrix de la representación de nuestras vidas.
O no.

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